martes, 13 de septiembre de 2005

Despierto

Despierto bruscamente, los ojos abiertos pero sin ver nada. Es noche cerrada. Miedo disuelto en sangre. No ha sido una pesadilla, eso está claro… ¿o no? Tengo todo el cuerpo en tensión y los sentidos alerta. Respiro agitadamente… observo, escudriño en la oscuridad y el silencio. Ahora lo oigo claramente. Llueve. Mis sentidos entumecidos aún requieren de cierta adaptación al entorno. Oigo el repiqueteo de la lluvia en la persiana cerrada. Huele a tierra mojada y el aire que entra en mis pulmones es frío. Me estremezco y mi piel reacciona al cambio de temperatura. Pongo un pie en el suelo. Luego el otro. Y de nuevo ese ruido. Ese golpe que me ha arrancado de lo más profundo de mi sueño o que se ha mezclado con mi sueño haciéndome despertar. Es la puerta abierta de la terraza. Antes de acostarme la he dejado abierta, sin duda, golpeando ahora contra el marco a merced del viento. Las ráfagas de la tormenta la abren para cerrarla con furia, de un latigazo, en un crujido de maderas y queja de cristales. Me incorporo y comienzo a desandar el camino andado al acostarme. Un tenue resplandor de cielo brumoso se cuela por la puerta de la terraza al salón. No enciendo luces y ando tanteando sombras y perfiles familiares. Siento mis pies mojados. Sigo andando y sigo mojándome los pies. Veo pequeños objetos flotando en la oscuridad del suelo. Algo roza mi pie. Es una hoja caída de un árbol y arrastrada por el viento hasta flotar sobre el suelo de mi casa. El agua de la tormenta se desborda de la terraza hacia mi salón. El desagüe debe estar atascado y el agua de la lluvia no entiende de barreras humanas ni de invitaciones a cenar. El agua me moja los tobillos y las sillas, la mesa, el sofá, las cajas aún cerradas esperando nuevas mudanzas. Mi primera reacción es correr hacia el interruptor. Me detengo. Nueva inyección de miedo en las venas. No me atrevo a encender la luz. Angustia. Despierto bruscamente, los ojos abiertos pero sin ver nada. Es noche cerrada. Respiración desbocada. Miedo disuelto en sangre que el corazón bombea a velocidad de vértigo. Los dedos crispados. Me levanto de la cama para tranquilizarme fumando un cigarrillo. Ando por el pasillo y siento mis pies mojados. ¿Sigo durmiendo o ya desperté?

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