lunes, 10 de septiembre de 2007

Quiero una chica Tarantino

Acabo de ver la última del Tarantino. Aunque he salido con la sensación de ver las dos últimas de Tarantino o, si acaso, dos capítulos de una misma serie de TV que, allá por los sesenta, rodó Tarantino.

Porque sí, en realidad son dos películas cuyo único nexo en común es un zumbado que parece salido de Cannonball con el único objetivo de aterrorizar a jovencitas jamonas. Así, en la primera parte se limita a presentarnos a sus chicas a base de primeros planos de sus nalgas, prietas bajo un minúsculo pantaloncito, o de sus tetas tensando al límite la tela de la camiseta; algún que otro homenaje marca de la casa a viejas películas de serie B, categoría motor; alcohol a raudales y música, mucha música de juke box. En realidad en esta primera parte no ocurre nada digno de mención salvo la exposición de carnes jóvenes y prietas, que no es poco. Y a pesar de ello me aburrí, algo que no pensaba que me ocurriera jamás con Tarantino… ni con las carnes prietas.

Si en cualquier momento de esa primera hora de metraje alguien piensa que se trata de una presentación de personajes o, como hacía Sam Peckimpah, una cocción lenta para que la traca final sea más ruidosa, él mismo se encarga de borrar de un plumazo ese inicio (junto con nuestra teoría) con una sola escena y un lacónico “dieciocho meses después…”.

A partir de ahí comienza otra película. Una cinta de esas plagadas de persecuciones de coches por autopistas o carreteras de tierra, hostias y trompazos, disparos y más guiños cinéfilos. Incluso se homenajea a si mismo cuando en el móvil de una de las chicas suena la música de Kill Bill. Pero Tarantino es listo y sobretodo sabe manejar las escenas de acción. Por eso salimos del cine con buen sabor de boca. Con el recuerdo de un par de largas, tensas y frenéticas persecuciones de coches que aspiran a clásicas del cine y a uno le hacen recordar lo bien que lo pasó viendo a Steve McQueen en Bullit, a De Niro conduciendo a toda hostia por París en Ronin o los minis de The Italian Job, la del año 69 naturalmente. Esa en la que Michael Caine advertía con flema inglesa, que en ese país conducían por el lado equivocado de la carretera.


(sugerencia de consumo)
a Steve McQueen en Bullit, que se le echa de menos.

5 comentarios:

Glo dijo...

Soy un cinéfilo retirado. Aún me tocó ver "Jackie Brown", pero de ahí no pasé. Podría decir que en Bilbao no hay buenas salas de cine (cosa cierta, por otra parte, ya que después de disfrutar en Pamplona de la extraordinaria oferta de los Golem, hasta Madrid se queda corta), pero no pasaría de ser una excusa. Simplemente creo que me cansé del espectáculo.

Un saludo.

LA CARICATURA EXISTENCIALISTA dijo...

la idea de que una nueva pelicula comience dentro de otra, me anima a buscar esta pelicula de inmediato, saludos!

Anónimo dijo...

Ah, ese McQueen realmente era un tipo duro; incluso la escenca en la que se le ve cansado de ser poli, y quiere largarse con su mujer...

arrebatos dijo...

Glo, a mí me ocurre algo parecido. Me gusta el cine, pero últimamente no frecuento las salas. Me quedo en casa viendo alguna que me apetezca. O leyendo.

arrebatos dijo...

Malvisto, ya ves que era un tipo duro y un sentimental. En The Getaway de Sam Peckimpah también quiere dejarlo todo y huir con su mujer a Mexico. Y para conseguirlo se carga a todo el que se cruza en su camino.