jueves, 29 de noviembre de 2007

Y la otra

El corazón loco de Bebo Valdés y Diego "El Cigala". Vaya par de monstruos. ¡Qué barbaridad, cuanto talento junto!

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Parecidos razonables

Olympia según Nadav Kander

Olympia según Nadav Kander

Y yo me pregunto... ¿Esto qué sería? ¿Un homenaje, una influencia, un plagio? ¿O sería un pedante "mira cuanto sé sobre arte del S.XIX"? ¿O quizás un guiño a los pedantes como yo, para que henchidos de pueril orgullo puedan exclamar "¡eh, que esto es de Manet!"?

Olympia, de Manet

Olympia (1863), de Édouard Manet

martes, 27 de noviembre de 2007

Dazed and Confused

Uno de los temas clásicos de Led Zeppelin, de aquellos que desde sus inicios se esperaba que sonara en sus conciertos, fue Dazed and Confused, una composición original de un cantante folk de nombre Jack Holmes que Jimmy Page se encargó de versionar. Pero este tema fue originalmente versionado para The Yardbirds, su anterior grupo, que era una especie de franquicia de EMI por la que también habían pasado Eric Clapton y Jeff Beck. Pero cuando en 1968 decidió crear su propio grupo, debido al poco tiempo del que dispusieron para preparar el repertorio, ya que de inmediato se fueron de gira por Escandinavia, incorporó esta junto con un puñado de versiones de estándars del blues de Willie Dixon y alguna composición propia.

Dazed and Confused en la versión de The Yarbirds


Todas estas canciones formaron el primer LP de Led Zeppelin, en cuyos créditos no figura Robert Plant junto con el resto de miembros de la banda, aunque también participó de forma activa en su composición. Eso era algo relativamente habitual en esos años, en que los grupos se formaban y desaparecían y con mucha frecuencia había colaboraciones de unos con otros. La cuestión es que Plant, por esas fechas tenía un contrato con otra compañía discográfica, pero en el segundo LP, grabado pocos meses después en plena gira, ya aparecían los cuatro.

Escuchando las dos versiones, la primera de Yardbirds y la posterior de Led Zeppelin, a uno no le cabe ninguna duda de que Dazed and Confused es un tema para que lo cante Robert Plant.

Dazed and Confused en la versión de Led Zeppelin

lunes, 26 de noviembre de 2007

Siempre nos quedará París

afiche Casablanca

Hoy cumple 65 años, la edad de la jubilación. Pero no se puede retirar porque todavía, tras todos estos años, no hemos aprendido a escribir guiones como este, llenos de diálogos ingeniosos. No deja de tener algo de milagroso que una película concebida justo después de Pearl Harbour y por tanto pensada básicamente como propaganda bélica, con un guión que pasó por tres manos y que se fue reescribiendo durante la filmación, acabara por convertirse en el gran clásico entre los clásicos del cine y, más que en una película sobre la guerra, en una historia de amor imposible con un fondo de decorado bélico y patriótico. Todo un icono, vaya.

RENAULT: Pero, ¿por qué demonios vino a Casablanca?
RICK: Mi salud. Vine a Casablanca a tomar las aguas
RENAULT: ¿Las aguas? ¿Qué aguas? ¿Las del desierto?
RICK: Bueno, me informaron mal.

Y porque por mucho que pasen los años, la Bergman seguirá tan guapa como el primer día. Y Bogart... bueno, Bogart seguirá siendo Bogart aún con la ley antitabaco.

domingo, 25 de noviembre de 2007

Consumo

En mi barrio ya han encendido las luces de Navidad. Hará cosa de un mes que, ante mi asombro, empezaron a instalarlas. Faltaban casi dos meses para Navidad, pero es que ahora falta un mes y ya están invitando a que compremos de forma compulsiva. Porque resulta que hay un estudio –los hay para cualquier cosa– según el cual estas luces nos impulsan a comprar más. Y yo, la verdad, es que ya no sé qué comprar. Cada año tengo el mismo problema. Hoy en día, cuando alguien necesita algo, se lo compra, conque llegan estas fechas y lo único que puedo comprar son cosas que la gente no necesita. O eso o fungibles, que es lo que ando regalando últimamente, sobretodo a mis padres. Un año un jamón, al otro unos vinos, el anterior unas entradas para el teatro.

Otra cuestión es lo poco que duran hoy en día las cosas. Bien mirado, casi todo lo que se vende es fungible, pero por su mala calidad. Me explicaron que se imparten másters de calidad en los que a uno le enseñan cómo producir bienes de consumo que no duren más allá del periodo de garantía: obsolescencia programada le llaman. Bonito eufemismo. A ningún fabricante le interesa ya el “para toda la vida”. Antes sí, pero ahora es mucho más barato producir mala calidad, y si se rompe antes de tiempo, es decir, antes del periodo de garantía, te lo cambian por otro nuevo. Nada de arreglar, que eso es caro.

Mis padres tienen la misma batidora y el mismo exprimidor desde que se casaron, hace casi 40 años. Concretamente el exprimidor es un prodigio de más de dos kilos de peso que podría exprimir un coco con cáscara y todo. Se ha estropeado una vez, pero mi padre, que es un manitas, le cambió el motor. La primera tele les duró más de 15 años, y se cambió porque no tenía mando a distancia. La segunda apenas 6 ó 7 y esta última ya ha empezado a fallar con apenas 3 años. De acuerdo que ahora es todo mucho más barato y que por 15€ tienes una batidora, pero cabe preguntarse si realmente nos sale más barato porque ¿cuántas batidoras me compraré en 40 años? De momento llevo 3 en menos de diez.

En fin, que ya está aquí la Navidad. Y como cada año, acabaré comprando cosas seguramente innecesarias y gastando más dinero del razonable. Del comer más de lo necesario mejor ni hablar.

viernes, 23 de noviembre de 2007

16 años ya...

... y me parece que fue ayer que se nos fue.


(sugerencia de consumo)
Queen en el Live Aid, en 1985

La inmortalidad

La esclerosis múltiple que le detectaron cuando todavía no había cumplido los treinta, se la llevó a los cuarenta y dos –hace veinte años, en lo que debería haber sido la cumbre de su carrera como violoncelista. Pero para los que nos quedamos, egoístas como somos en la búsqueda del placer de lo sublime, nos dejó algunas de sus piezas. Como este "Concierto para Cello" de Edward Elgar, en la magistral interpretación –era su pieza de Jacqueline Du Pré. Dirige Daniel Barenboim, su marido, ahí es ná.


(sugerencia de consumo)

El
Concierto para Cello (1er movimiento) de Elgar, por Jacqueline Du Pré



Concierto para Cello (2º movimiento) de Elgar
Concierto para Cello (3er movimiento) de Elgar
Concierto para Cello (4º movimiento) de Elgar (parte 1)
Concierto para Cello (4º movimiento) de Elgar (parte 2)

jueves, 22 de noviembre de 2007

No Logo

He ido al Lidl a por mi ración de vino findesemanal a precios acordes con mis maltrechas finanzas. Mientras espero en la cola de la única caja abierta, contemplo absorto cómo un tipo está pasando a su carro de la compra el contenido de dos carros desbordantes. No es el típico carrito de la compra al uso, en absoluto. Es un carro de la compra de proporciones titánicas, lo más descomunal que he visto jamás en cuanto a carros de la compra se refiere. Es parecido a uno de esos sacos para escombros que suelen colocar frente a las obras, pero con cuatro ruedas, una cremallera para cerrarlo por arriba y una asa para tirar de él. Bien puesto, mi piso cabría dentro.

Ya han bajado a la mitad las persianas del local y justo cuando estoy pagando, el tipo en cuestión, muy amablemente le pide a la cajera si puede devolver unos productos que no le caben en el carro-saco-con ruedas: un par de botes de jabón y algo que no logro identificar de un color morado. La chica se lo queda mirando, algo confundida.

–Son apenas cuatro euros –insiste él.
–No le cabe…pero si quiere puede coger una bolsa.
–Oh, no. No puedo.
–Bueno, si es por los tres céntimos, no se preocupe que se la doy.
–No es eso. Odio la publicidad. No me gustan vuestras bolsas publicitarias.

En este punto del diálogo, a la cajera ya se le ha descolgado la mandíbula inferior, paralizada con mi cambio todavía en su mano, mientras él sigue firme frente a su contenedor con ruedas. Y a mí, no he podido evitarlo, me ha dado por reír. Sobretodo cuando él se ha dado la vuelta para mostrarme un enorme logo de Adidas en la espalda de su anorak.

–Si tienes una bolsa Louis Vuitton seguro que le gusta la publicidad –le he soltado a la cajera. Pero parece que a él no le ha hecho mucha gracia mi ingenio y ha continuado ahí plantado mientras me miraba con desdén.
–Tendrá que esperar un momento, que ahora llamo a la encargada.
–No hay problema, espero –ha respondido mientras yo pasaba junto a él con mi mejor sonrisa torcida en los labios.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Si no te mueves, te pondrás gordo

O por lo menos, eso es lo que dicen en la nueva campaña publicitaria del Comité Olímpico Alemán. Y lo hacen justo ahora que se acerca Navidad y los comercios ya llevan días exibiendo tentadores surtidos de turrones, polvorones, mantecados, mazapanes, hojaldres, etc.

El David de Miguel Ángel tras unos siglos sin moverse

Visto en Llámame Lola

Días de Cine

Aprovechen la pausa para revisar su agenda de amigos; encontrarán que han malgastado su preciado tiempo y paciencia en conocer a un montón de ineptos. No se corten, cojan un boli y táchenlos.

Antonio Gasset (presentador de Días de Cine)

martes, 20 de noviembre de 2007

Antenas

Nunca rechazo una invitación para comer, y mucho menos cuando estoy en números rojos desde el día catorce. Por eso, un cuarto de hora después de recibir la llamada, estábamos los dos dando buena cuenta de nuestro plato de arroz a la cubana. Ella me estaba contando lo decepcionantes que pueden ser a veces las personas a tu alrededor cuando, sin previo aviso, ha emitido un grito apagado y con una agilidad digna de encomio sobretodo en alguien que calza zapatos de tacón, ha saltado hacia atrás pasando limpiamente el respaldo de la silla para caer con majestuoso porte al otro lado. Ríete tú del Fosbury y la Comaneci. Me la he quedado mirando, entre sorprendido y admirado, mientras ella fijaba la vista en un punto sobre la mesa con el rostro desencajado de terror. Ha sido entonces cuando he caído en la cuenta de que junto a su tenedor había una hermosa y simpática cucaracha tanteando con las antenas. Sin decir una sola palabra, se ha dirigido corriendo hacia la cocina para dar aviso del inesperado invitado, momento que ha aprovechado esta, que no tenía ni una antena de tonta, para subir por el tenedor que hacía de puente colgante camino del apetecible plato de arroz. Yo he bebido un trago de vino y he seguido comiendo, que esto frío no vale nada.

El camarero no ha tardado ni un minuto en venir a la mesa y recoger el plato con la derecha, mientras que con la izquierda atrapaba a la pobre cucaracha entre los dedos índice, corazón y pulgar, que no ha llegado a saborear ni siquiera el tomate que había en el borde del plato. Ya más calmada, mi amiga se ha sentado de nuevo a la mesa y en poco tiempo tenía otro plato. Ningún comensal vecino ha parecido darse cuenta de lo que había ocurrido. Al final nos han invitado a los cafés. Y eso que no hemos montado ningún escándalo, lo que me ha recordado esa escena de “Víctor o Victoria” en la que, para evitar la cuenta del restaurante, llevan una cucaracha en una cajita. El plan es soltarla sobre la mesa cuando ya estén saciados, montar un buen escándalo y largarse sin pagar. Habida cuenta de mi situación financiera, ahora me jode no haberlo recordado antes. Me habría guardado la cucaracha para otra ocasión.

Porteras

Por norma general, y sobretodo entre semana, no suelo despertarme en el momento de levantarme. Lo que para algunos es un binomio inseparable, en mi caso no va parejo, sino que el despertar es algo que ocurre unas horas después de haberme levantado, mientras desayuno en el bar. Y en este estado de somnolencia, mientras me comía un bocadillo de queso manchego entre sorbos de café con leche, me he descubierto observando embobado la tele del bar, siempre encendida y siempre sin sonido. Estaban echando uno de esos programas matutinos en los que aparecen una serie de personajes contando chismes de otros. Hablando de lo que ignoran; sustentando sus argumentos en rumores que lo más probable habrán salido de otros programas parecidos. Me desconcierta que existan este tipo de programas. Me inquieta que haya gente que los vea. Pero sobretodo me sorprende, a la vez que repugna, que algunos vivan de esto; que estén a sueldo de alguien sólo para cotillear por la tele. Sí, ya me sé la película. Estos programas se emiten porque tienen audiencia. Como la gente los ve, las empresas anuncian sus productos y con ese dinero se paga a los chismosos catódicos. Más tarde, la empresa anunciadora repercute en los precios el coste de la publicidad, conque al final somos nosotros los que, al comprar eso que sale por la tele, mantenemos engrasada la máquina. A saber qué porcentaje del precio representan estos costes que –la vida está cada vez más cara– sólo es gasto baldío.

Hace años, en casi todas las escaleras había una portera. Solía agazaparse en la penumbra del portal, armada con una escoba, a la espera de cualquier víctima que quisiera –o no– escuchar sus chismes. Los programas de cotilleos no existían ni en la tele ni en la radio, que para eso estaban las porteras. Tenían su función, como también la tenían el cartero y el butanero. Con el tiempo –la vida está cada vez más cara– estos cotidianos personajes fueron desapareciendo. Una vez a la semana viene alguien a limpiar la escalera, mientras que su función social ha sido sustituida por la caja tonta. Pero qué queréis que os diga, yo prefiero la portera. Porque los cotilleos, qué duda cabe, eran más próximos y alguno hasta podía despertar mi curiosidad. Pero es que, además, ella te daba recetas para el arroz con leche, sabía remedios infalibles para curar los sabañones y sobretodo, mantenía la escalera constantemente limpia, mientras que los de la tele lo único que hacen es esparcir mierda.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Gatos en el cementerio

Picores felinos

Se dice que el gato es un animal arisco, aunque yo más bien pienso que, en realidad, es un gran amante de la tranquilidad. En cierta forma lo entiendo; me identifico con él. No le gustan los ruidos y en cuanto a la gente, cuanto más silenciosa, mejor. Por eso hay tantos gatos en los cementerios, porque allí ya no les molestamos.

Peluche

jueves, 15 de noviembre de 2007

Vuelve a casa por Navidad

Pero no en tren. O por lo menos, no con la RENFE. Porque esta compañía, o ministerio o vaya usted a saber qué, pero sin duda monopolio del estado, en su encomiable afán por dar servicio a sus clientes –¿o debería decir contribuyentes?– todavía no se ha dignado a planificar y publicar los horarios de trenes para esas fechas. Y uno va a consultar su web y puede acabar idiota perdido, porque cuando busca un tren para el 29 de diciembre, por ejemplo, sencillamente no sale nada. Ni un solo resultado. Como si de Madrid a Zaragoza o de Sevilla a Córdoba hubieran arrancado las vías. No se van a molestar avisando al sufrido cliente “mira, pasa que estamos tan atareados erosionándonos los cojones de tanto rascarlos, que todavía no hemos publicado los horarios para esta fecha”. No, para qué. Y uno se queda ante esa pantalla en blanco pensando si será tan imbécil que no habrá seleccionado bien las ciudades de origen y destino. Y con infinita paciencia, vuelve a intentarlo y el resultado es el mismo vacío anterior. Entonces le da por pensar que quizás no hay AVE y busca el Express, que debe su nombre a las cafeteras que encabezan el convoy. Pero el resultado sigue siendo la misma pantalla en blanco.

Vaya, que una vez más, y no sólo en las Cercanías de Barcelona, la RENFE es un cuello de botella. Pero un cuello tapado todavía con el corcho. Porque puedes reservar un hotel, un vuelo, un coche o lo que sea. Incluso puedes hacer una reserva para el 29 de diciembre en el restaurante Casa Pepe Comidas. Pero en la RENFE, no.

Así que si quieres ir a casa por Navidad, mejor ve en coche, en autobús o andando.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Finanzas de café

A esa hora de la tarde, ahora que anochece temprano y el jardín exterior se vuelve desapacible, la mayoría de los socios charlan o toman sus consumiciones en el interior de la cafetería. Sin embargo, todavía queda alguna mesa ocupada en el jardín. Junto a mí, tres hombres de mediana edad, con el aspecto sobrio y confiado que otorga una cartera abultada a los hombres de negocios, charlan animosamente. Mientras fumo distraídamente, su conversación va captando mi atención. Uno habla de inversiones ventajosas, mientras otro atiende, asiente y de vez en cuando pide alguna aclaración o cifra concreta. Está hablando de divisas y en concreto de la ventajosa paridad del euro respecto al dólar. El otro, el tercer hombre, sigue la conversación con una sonrisa torcida colgando de los labios. No interviene si no es para apuntar algún sarcasmo y se nota que disfruta pillando en falso al primero. “Ya verás, si al final resultará que nos saldrá a cuenta jubilarnos en Nueva York" suelta esperando la reacción del otro, siempre a la defensiva, que afirma con cierto titubeo que el dólar bajará hasta uno sesenta o sesenta y dos por euro. Ese será el momento de comprar, porque después volverá a subir hasta uno treinta dólares por euro.

La conversación sigue unos minutos más. Ya he terminado mi primer cigarrillo, pero he encendido otro para seguir escuchando sin que parezca muy evidente. No es que tenga intención de invertir. De hecho, no puedo invertir un excedente del que carezco, pero me interesan sus reacciones. De repente, el primero mira su reloj y se levanta algo apurado; se disculpa amistosamente y después de estrecharse las manos y algunas fórmulas de cortesía, coge su maletín de piel y se va. Los dos permanecen en silencio un rato, hasta que el tercer hombre interviene. “No le hagas ni caso” le dice, para añadir con aire condescendiente. “Este ni tiene ni tendrá nunca dinero, te lo digo yo”. “¿Por qué lo dices?” pregunta el segundo. “Fíjate, los hombres que manejan dinero, los que de verdad tienen y ganan grandes cantidades de dinero, sólo leen prensa generalista, nunca estos periodicuchos de color salmón”. Se queda un rato en silencio, como esperando que sus palabras se asienten y dejen la impresión esperada en su interlocutor. “Estos periódicos publican noticias para los pequeños y medianos inversores, por eso son noticias sin ningún valor. En el momento que aparecen en el papel salmón ya están anticuadas. Los grandes capitales ya han movido ficha unos días antes, con la información fresca. Se publican para que los peces chicos muevan sus ahorros en beneficio de los grandes. Porque, no te olvides de un detalle. En la bolsa, como en la vida, para que uno gane mucho, muchos tienen que perder algo”.

Apago la colilla que ya me quema los dedos y me levanto, que la conversación me ha entretenido y ya llego tarde, como siempre. Por el camino pienso en lo afortunado que soy –quien no se consuela es porque no quiere–. No tengo ni un euro para perder en bolsa, ni la ambición necesaria para hacerlo. When you got nothing, you got nothing to lose que cantaba el judío aquel
. El dinero se quema en mis manos. Si acaso tengo alguna riqueza, es de esas que no se pueden perder, sólo compartir. Y al revés de lo que ocurre con el dinero, esta riqueza cuando es compartida se multiplica en lugar de dividirse. En fin, que hoy es lunes. Nos queda toda una semana por delante, ya lo sé, pero sin duda que esta música nos animará un poco hasta el domingo.


(sugerencia de consumo)
un bellísimo Sunday Smile de Beirut


Descubierto por cortesía de El Hombre Que Comía Diccionarios

domingo, 11 de noviembre de 2007

el Musical

a la luz de una copa

Es una suerte que uno de tus bares favoritos esté al lado de casa. De acuerdo que hay otros que me gustan más o tienen mayor solera, pero suelen ser más caros y para ir tengo que coger el metro. Porque este no deja de ser un bar de barrio, pero para qué quiero más. Ahí tengo un futbolín con los ceniceros desbordando colillas, el billar con el tapete lleno de manchas de cerveza y una decoración que haría las delicias de Tarantino. Hay fuentes con frutos secos repartidas por todo el local –quien no haya escarbado buscando el último cacahuete que tire la primera piedra–, lo que entre cerveza y gin tonic se agradece. Además me puedo encontrar con mi vecino el mahorí y charlar con él entre tragos y eructos, mientras decidimos dónde tatuarme el timbaler del Bruc. Pero sobretodo suena buena música. Cualquier noche se puede escuchar a AC/DC, Police, Deep Purple, Leño, Cream, Guns & Roses, Tequila o Van Morrison. Teniendo en cuenta la peste de música que suele sonar hoy en día en la mayoría de los bares, esta sería razón más que suficiente para convertirme en un habitual.


(sugerencia de consumo)
AC/DC (con Bon Scott) en directo y su Whole Lotta Rosie

sábado, 10 de noviembre de 2007

como babas en el sofá

Tras el ágape a mí me apetecía salir a pasear un rato para facilitar la digestión, pero ella ha decidido desmoronarse sobre el sofá. Con las constantes vitales bajo mínimos, ha murmurado que en esos momentos es cuando uno echa de menos una tele. Tengo una tele, le he dicho. Vaya, un aparato pequeño que responde a ese nombre. Sin antena, eso sí, pero conectado a un antediluviano cacharro con las siglas VHS en el frontal. He ido a buscar mi colección de –agárrate– videocasetes. Qué cosas más raras guardo...

Cuando era pequeño mi padre activó un resorte; me inoculó la semilla de lo que acabó siendo la porción friky de mi persona. No recuerdo con exactitud el año, pero fue en la segunda mitad de los setenta cuando me llevó a ver “La Guerra de las Galaxias”. En el hall del cine había una reproducción a tamaño natural de R2D2 que se convirtió en el protagonista absoluto de la velada. Un enjambre de niños lo rodeábamos, y cuando alguno tenía la valentía de acercarse lo suficiente, el robot empezaba a moverse y perseguirnos por toda la sala entre risas y gritos de la chiquillada. De la película me quedaron imágenes fragmentadas, pero jamás olvidaré ese R2D2 emitiendo ruiditos mientras se movía de un lado a otro. Es por esa razón que entre las cintas de vídeo estaban, entre otras, la trilogía de George Lucas y la que finalmente ha escogido ella.

Ahora la tengo hecha un gurruño en el sofá. La culpa de este estado de vitalidad marginal, de esta digestión de mil años, la tiene la lasaña de kilo y medio que ha preparado para comer. Buenísima por cierto. Pero ahí está, envuelta en su mantita, viendo las evoluciones de Rick Deckard en su lucha contra los elementos descontrolados de la Tirrell Corporation. Y pienso que todos estos momentos se perderán en el tiempo, como babas en el sofá.


(sugerencia de consumo)
el genial corto George Lucas in Love



Editado a las 20:10

engurruñada en el sofá

Ella engurruñada en el sofá, mientras mira (sueña) a Harrison (Deckard) Ford.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

¡Uh! ¡Uh! ¡Uh!

Perdónalos, Señor, porque ellos no saben lo que hacen. Eso es lo que estaba pensando justo ahora, mientras escucho sus gritos de guerra y los bramidos guturales de los bárbaros pintados de azul que campan a sus anchas por Barcelona. ¿Os acordáis de Braveheart? Pues siguen igual que entonces; no han evolucionado. Han cambiado espadas y garrotes para blandir cervezas y banderas; disputas de clanes por fútbol, pero la desolación a su paso es la misma. Aunque bien es cierto que ellos no tienen la culpa, que no gozaron de los beneficios de una civilización como la de Roma. Por eso siguen con sus costumbres neolíticas de la época de los pictos y su rudo idioma evolucionado a base de hacer de la irregularidad norma.

Pictos en las Ramblas de Barcelona

Pictos en las Ramblas de Barcelona

Imágenes vía el Periódico

martes, 6 de noviembre de 2007

Abandonos

El de la informática es un mundo extraño. La gente llega a él con igual pasión que ansias tiene después por abandonarlo. Supongo que tiene mucho que ver la frustración, que es ese espacio intermedio lleno de amarga hiel que habita entre las expectativas y las realidades. Y en este sector este espacio es muy amplio, demasiado. Sobre todo en este país, donde todavía se ve al informático –qué más da que sea una ingeniería– como a un mecánico de ordenadores. Quizás el problema sea ese, que se llega a la "profesión del futuro" y se sale sin haber alcanzado todavía ese futuro.

Esto viene a colación de un reciente caso de abandono. Uno más, y ya van… unos cuantos. En este caso se trata del que hasta ahora ha sido mi jefe, que deja esto para dedicarse a "otras actividades alejadas del mundo de la informática". Nótese el "alejadas" pues no es baladí. Es de hecho la clave de la cuestión; la gente acaba por querer perder de vista la informática; por desear pasarse al otro lado. Y como decía, no es el primero ni será el último que he conocido. Sin ir más lejos, quien estaba en el puesto que ocupo actualmente, lo dejó todo y se fue a visitar mundo, a pie, en autobús o en tren, durante más de un año. Otro conocido, ingeniero de telecomunicaciones, se puso a estudiar fisioterapia y ahora es feliz dando masajes en un centro de rehabilitación. O aquel otro que ahora sólo usa el ordenador como hoja de cálculo para las cotizaciones de la bolsa. Y también aquella que, tras tener su primer hijo, decidió pagar el traspaso de una frutería en su pueblo.

Es lo mejor, lo más sensato. Los hay que sí que viven la informática con pasión, pero son los menos. Lo más habitual es el tipo eternamente triste, cargado de rencores y agravios que irán macerando hasta el día de su jubilación. Ese día en que descubrirá, ya demasiado tarde, que ha estado perdiendo la vida.

Y yo me pregunto. ¿Qué diablos hago todavía aquí? ¿Por qué no me monto una charcutería, por ejemplo? No lo puedo evitar. Envidio a mi jefe.


(sugerencia de consumo)
Jacques Brel, que le dedicó su Ne me quitte pas a su informático cuando le abandonó.

sábado, 3 de noviembre de 2007

La terra per qui la labora

Anonadado me he quedado al leer la noticia. Y es que parece ser que los guionistas de Hollywood se han declarado en huelga para exigir una mayor tajada en la tarta de los DVD. Mi sorpresa ha sido doble, porque por una parte pensaba que en USA no había huelgas, que eso era muy comunista y ya quedaron escarmentados tras la caza de brujas de McCarthy. Pero por otra, pensaba que esta industria había prescindido de ellos hacía tiempo. Salvo honrosas excepciones –léase Charlie Kaufman y algún que otro indomable–, está claro que el oficio de guionista cotiza a la baja. Basta con una tía jamona –o un tío–, un par de polvos –no explícitos, por favor–, cuatro explosiones y unos chistes malos y efectistas y ya tenemos metraje para vender palomitas.

A mí que me perdonen, pero si los bodrios que nos acostumbran a ofrecer tienen como origen el trabajo de un guionista, por mí se pueden declarar en huelga hasta que el estómago se les pegue a los riñones.

Proud Mary

Era un viejo barco del Mississippi, pero no fue Tom Sawyer quien lo popularizó sino John Fogerty, quien le puso música y con ella pudo navegar más allá de los márgenes de la ribera. Un primo suyo se hizo tristemente famoso una noche, allá en un lejano mayo del 97, cuando se tragó a Jeff Buckley mientras se bañaba cantando Whole Lotta Love. Nunca se lo perdonaremos. Pero sin duda, quien la dotó de fuerza fue la gran-diosa Tina Turner.

Tuve la fortuna de verla en Barcelona hace ya unos cuantos años, en el 90, a sus cincuenta y pico. Desplegó más energía sobre el escenario que la que yo pudiera acumular tras comerme una olla aranesa entera para cuatro personas.


(sugerencia de consumo)
Tina Turner interpretando Proud Mary como un vendaval


Y su particular versión de Whole Lotta Love, todavía con Ike Turner


¿Que por qué? Pues porque sí, porque tengo todos sus discos en vinilo, y hasta que no arregle el tocadiscos tendré una especie de mono por escuchar su manera de cargarme de energía.

Carboncillos

Dolç de Mataró, de bodegas Alta AlellaYo, que soy de cumplir todas las tradiciones con un ingrediente gastronómico varias veces si es menester, no podía obviar, un año más, la vieja costumbre de hacer panellets para Todos los Santos. Sin embargo, en esta ocasión fue un poco distinto. Lo decidí en el último momento y, al contrario que en años anteriores, que nos juntábamos unos cuantos en alguna masía perdida en el monte, lo hice en mi casa. Y me confié. Como (pienso que) domino mi horno, esta vez no estuve observando al otro lado del cristal y no fue hasta que vi una espesa columna de humo que supe que ya tenía lista mi bandeja de carboncillos.

Y pese a todo, testarudo que es uno, me los he ido comiendo. Rascando por aquí, quitando por allá hasta llegar al mazapán más o menos intacto. Menos mal que teníamos castañas, boniatos y, sobretodo y especialmente, uno de esos vinos que le hacen a uno pensar que tantos años de civilización han tenido sentido: Dolç Mataró, de las bodegas Alta Alella. Un tinto dulce hecho con la uva Mataró, autóctona de la zona de Alella, que no deja de sorprenderme. Desde los primeros matices de aceituna negra (esas arrugadas), apenas intuidos, hasta el delicioso sabor final a confitura de higos y moras(1). Ideal para postres contundentes o incluso para acompañar un magret de pato. Una joya de la que siempre dispongo una botella si la ocasión lo merece.


(1) Me trae sin cuidado si la nota de cata no es esta. A mí me sabe tal que así.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Paciencia

Mientras espero el semáforo, veo por el rabillo del ojo que una mujer empujando un cochecito con un bebé se detiene a mi lado. Revoloteando a su alrededor, otro cachorro humano no para de incordiar con un martillo de esos de plástico de vivos colores que al golpearlo emite estridentes bocinazos. Simpático regalo del abuelo, seguro. Lo golpea contra una farola mec mec, contra el semáforo mec mec, en la cabeza de su hermanito mec mec, contra el suelo mec mec… Su madre ni se inmuta. Supongo que algún mecanismo de defensa contra la demencia le permite abstraerse, pero a mí su actitud impasible me irrita todavía más. El niñato sigue golpeando todo cuanto encuentra a su paso mec mec mec mec, y en mi cabeza se forma una escena en la que agarro al crío y lo uso de ariete para derribar la puerta del quiosco a cabezazos. La luz verde me ha rescatado, a la vez que me liberaba de convertirme en un nuevo Herodes.

Pero ha resultado que eran los vecinos del segundo segunda, dos pisos más abajo. Y dos pisos más arriba he continuado escuchando el maldito mec mec mec mec mec hasta que un bofetón de su madre ha puesto el esperado epílogo al concierto. Justo cuando me levantaba para ovacionar su sabia decisión, el agredido se ha puesto a llorar como sólo los cachorros humanos saben hacerlo y mi aplauso se ha desvanecido entre berridos, gritos, portazos e insultos a su santa madre. Me he vuelo a sentar abatido y maldiciendo no haber llevado a cabo mi escena onírica del ariete.

Cada día tengo más claro que, entre los supuestos legales, en algunos casos debería permitirse el aborto post parto.