jueves, 12 de marzo de 2009

Nada

Una madre es como una losa, como una soga al cuello que perturba en cualquier circunstancia y provoca oleaje por muy plácida que sea la vida. Cuando falta es una ausencia que marca al comienzo y acompaña hasta el final. Cuando está presente es una sombra que persigue por muy lejos que busques el sol, un chantaje que se hinca en lo cotidiano. Duele decepcionar a la madre y es insoportable hacerle daño; antes nos guardamos nuestras miserias, nuestros despechos por mucho que nos quemen. Pero peor que eso es sentirse abandonado por la madre, ya sea un abandono físico o afectivo, emocional. Sobre todo en este último caso, cuando la madre sigue ahí pero ya no está de tu lado, ya te abandonó, y tú jamás se lo podrás reprochar plenamente porque sabes que le hará daño. El cordón umbilical continúa ahí, doliendo cuando le dueles, y vuelta a empezar. Y no hace falta que el abandono sea definitivo; basta sentir la balanza del otro lado en el peor momento. Y desde ese momento, ese preciso instante que puede ser apenas un suspiro, un gesto de disgusto buscando consuelo, una sola gota de lluvia en la tormenta, ya nada volverá a ser como antes. Nada.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Ponele la firma, che...

arrebatos dijo...

Nada
el efecto Calamaro (marzo de 2009)
Arrebatos

Gregorio Luri dijo...

Madre no hay más que una.

arrebatos dijo...

Y para que eso siga siendo así, los hijos deben alejarse. Esa debe ser la manera de decir has sido una buena madre, diciendo ya no te necesito.

Anónimo dijo...

... y a tí te encontré en la calle, don Gregorio.
Los cordones atan, aunque los nudos flojeen. Es así.