miércoles, 13 de mayo de 2009

Modernos contemporáneos

No soy yo sino mi paseo quien me conduce a pasar frente a la Casa Calvet. Me detengo a mirar la fachada, desde la calle, la nuca doblegada y la boca abierta: estoy demasiado cerca para verla bien. Pienso en Gaudí, en la Casa Batlló o la Casa Milá; en el Modernismo. Son hermosas, qué duda cabe, pero de una belleza medieval, trasnochada ya desde antes de su concepción, muy alejada de la presunta modernidad que sugiere el concepto de modernismo. De ahí las innumerables voces críticas de su época y años después. El mismísimo Orwell ya se lamentaba, en su homenaje a Cataluña, de que la Sagrada Familia no estuviera entre los templos quemados durante la semana trágica, extremo este que considero innecesario, tanto como la actual obsesión por terminar la obra. Personalmente lo dejaría tal cual está, como una ruina a medio hacer, como esas iglesias irlandesas que Cromwell se dedicó a derribar como si de algo personal se tratara. Su actual recuperación e indulto, no nos engañemos, no es más que una brillante estrategia publicitaria para atraer divisas en forma de turistas japoneses y directores de cine neoyorquinos algo despistados.

Gaudí es el arquitecto de la burguesía adinerada de finales del XIX y comienzos del XX, del catalanismo que recién ha inventado la “Renaixença” adoptando las formas góticas como el súmum de la belleza. Fuera de Cataluña la Casa Botines en León guarda cierta sobriedad; el Palacio Episcopal de Astorga parece el castillo de la Blancanieves y el Capricho… mejor lo obviamos. Es el modelo a seguir para estos nuevos ricos que han labrado su fortuna comerciando y explotando esclavos en las plantaciones azucareras de las américas –limpiaban su conciencia en el confesionario, dos padres nuestros y un avemaría, amén– y que ahora matan las horas entre misas y procesiones, queridas con piso puesto y excursiones a Núria y Montserrat. Es una burguesía que se cree culta y refinada pero que es vulgar y vive de espaldas al mundo que le rodea y a sus cambios y tendencias.

'La Pedrera' de Gaudí

Fotos de 3dom y changó

'Taliesin' de Frank Lloyd Wright

Fotos de Cavalier92 y Ms Jane Hudson


Contemporáneo de Gaudí y compañía es Frank Lloyd Wright –no confundamos, como me sucedía a menudo, con Lloyd Webber, que aunque también genial, no es arquitecto sino músico. Sin embargo la analogía puede ser válida: mientras él estrenaba “Jesus Christ Superstar” nosotros andábamos rasgando una guitarra con la “nova cançó”–. Mientras el catalán diseña casas con esquemas de maestro de obras medieval, de estructuras robustas y columnas de diámetros exagerados, geometrías tradicionales basadas en el equilibrio de pesos, espacios cerrados y oscuros, hacia adentro, y rematado con su característico barroquismo ornamental, Lloyd Wright rompe con todo ese pasado y concibe obras de una simplicidad exenta de artificios, casas de espacios abiertos al exterior, luminosas, diáfanas, con divisiones ligeras en el interior mientras juega con la resistencia de los nuevos materiales en el exterior. De acuerdo que son paisajes distintos y que la comparación puede resultar casi cínica, y que ambos tenían predilección por la piedra desnuda en los exteriores, pero tengo la sensación de que Gaudí jamás concibió sus edificios como espacios que después fueran a ser habitados, sino que estaban condicionados a la fachada. Todos esos rincones oscuros e irregulares serían una pesadilla para amueblarlos en IKEA. La Casa Milá, la popular “Pedrera”, y “Taliesin”, la casa que se construyó el norteamericano para él, aunque no lo parezca son contemporáneas, de 1910 y 1911 respectivamente. ¿Cuál de ellas es más moderna, la modernista de Gaudí o la de Lloyd Wright, enmarcada en el “modernism” anglosajón?

8 comentarios:

Gregorio Luri dijo...

Esa burguesía esclavista a la que te refieres aún conserva sus monumentos en Barcelona, véase el de Antonio López, primer Marqués de Comillas. Ahí está, ahí está, viendo pasar el tiempo, cerca de correos.

Celia dijo...

y que hay del palacio de la virreina??

arrebatos dijo...

No se apuren, que ahora con esta moda revisionista de la ley de memoria histórica seguro que los echan abajo... seguro, vaya... No se permitirá que estos monumentos a un pasado vergonzante sigan en pie... ¿verdad?

Gregorio Luri dijo...

Arrebatos: Yo es que al Virrey Amat le tengo cariño. No tanto, es cierto, por su historia como Virrey del Perú, sino por su historia de amor con su señora (la dejó plantada su sobrino y él por dignidad nobiliaria dijo, "Aquí estoy yo", y desfizo el entuerto casándose con una señora estupenda... dicen), que entre otras cosas está en el origen de la opereta "La corresse du Saint Sacrement" de Offenbach.

Gregorio Luri dijo...

Celia: En todo caso el palacio es la obra de un Virrey a su señora, mientras que el monumento a Antonio López es un homenaje de la ciudad a un negrero.

arrebatos dijo...

Don Gregorio, es que yo, ya lo sabe, la única nobleza a la que rindo pleitesía es la que da nombre a ciertas bodegas. Al resto los pasaría a todos por la república, por muy bonitas que sean sus historias de amor.

Gregorio Luri dijo...

Bueno... en realidad el Virrey a quien amó de verdad fue a una limeña de piel canela que se llamaba "La Perrichola". Ya veo que está usted dispuesto a dejar a la pobre limeña sin su hidalgo amante catalán.

arrebatos dijo...

En la edición del primer domingo de marzo de 1964, La Vanguardia publicó un extenso artículo sobre este tema. Quizás le guste leerlo.

http://hemeroteca.lavanguardia.es/preview/1964/03/01/pagina-47/32683512/pdf.html