viernes, 2 de octubre de 2009

No se acaba nunca

en el Café de l'Époque


Parece estar mucho más allá de su mirada, pensando tal vez que, efectivamente, París no se acaba nunca, que a París no se la puede aprehender y mucho menos de visita; mucho menos si a cada vuelta se la empieza por el principio, por el Sena a su paso por Notre Dame, por el Louvre o el Pompidou y por el Quartier Latin o Saint Germain. Pero es que París no se detiene nunca, siempre nueva y cambiante y distinta para ser el París de siempre.

Y piensa que, definitivamente, París no se acaba nunca en un momento de reposo en la terraza del Café de l’Époque, tras una mañana entera de Louvre y antes de continuar con otro Louvre de toda la tarde. Y por la noche será cena en el Polidor sabiendo que eso descarta la Brasserie Lipp's o Le Voltaire, igual que el Pompidou ha dejado en la cuneta el Orsay o el Rodin. Pero también París son cruasanes para desayunar en una terraza mirando el ajetreo de la calle, o paseos nocturnos por la rue Écoles y sus cines de viejas películas en blanco y negro, o por el Jardin des Plantes, el Quai de la Tournelle y las galerías cubiertas. Y pese a que, efectivamente, París no se acaba nunca, vale la pena estar en París, aunque sea sólo de visita y volviendo a empezar por el principio.

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