miércoles, 3 de febrero de 2010

Miedos

Dijo alguien en una ocasión que sólo tenía miedo a sus propios miedos. Algo así me sucede a mí ahora mismo. No es miedo a la oscuridad, ni agorafobia, ni claustrofobia ni nada de eso, no. Lo mío es mucho más trivial, pero no por ello menos aterrador. Estoy sufriendo una pavorosa ikeafobia. Porque esta tarde ella a ido a IKEA... ¡Con su madre!

La última vez que estuve en IKEA pasó lo de siempre. Llegamos y ella cogió una bolsa de esas amarillas grandotas que tienen en la entrada, y yo pensé “¿Para qué querrá la bolsa, si sólo hemos venido a comprar unas cortinas?”. ¡Ah insensato! Una vez entras estás perdido. Y lo sabes. ¿Por qué te crees que no tienen venta on line en su web? Y comenzamos el recorrido y yo le señalé uno de los atajos -que otra cosa no, pero los atajos del IKEA me los conozco todos-, pero ella me dijo “no, sigamos por ahí, que quiero ver...”. Y así me quedé, con la sonrisa helada y señalando con el dedo hacia la izquierda mientras ella tomaba el camino de la derecha. El largo y peligroso camino de la derecha. No fue hasta ese momento que tuve plena conciencia de la catástrofe que se avecinaba, pero ya era demasiado tarde. En la sección de salones -todos ahí bien puestos, ordenaditos con sus cortinas a juego con la tapicería del sillón y las librerías llenas de libros en sueco- ella vio algo, se lanzó hacia allí y se puso a dar saltitos. “¡Mira qué HÄLLSFNARSS más bonito, mira, mira! Nos quedaría precioso junto al BJOLDRÖMS que tenemos en el salón. ¿Lo cogemos, vale? ¿Sí, sí, sí?”. Porque lo hacen así, te preguntan para que después, cuando ya no quepan más cosas en el maletero del coche, no les puedas reprochar nada, que al final “fuiste tú quien decidió cogerlo”. Y ella sigue dando saltitos y te mira con cara de porfa, porfa, y tú dices que sí distraídamente, porque todavía te estás preguntando quién cojones habrá metido un BJOLDRÖMS en tu salón y si debe estar vacunado.

El recorrido es largo y sinuoso, y tú infructuosamente pero pese a todo con tesón, sigues señalando los atajos mientras que indefectiblemente ella toma el camino largo y peligroso. Hace rato ya que te ha dado a ti la bolsa, “toma, que pesa mucho”, y te ves rodeado de parejas como vosotros, y los ves a ellos resignados y cariacontecidos cargando sus bolsas, mientras que ellas revolotean alrededor, se paran para dar saltitos “¿sí, sí, sí?”, y van metiendo cosas en las bolsas o apuntando referencias en la hoja de productos. Te ves a ti mismo en esos rostros y te acuerdas de Steve McQueen en “Papillón” cuando entra en el pabellón de castigo y alguien que asoma la cabeza desde dentro de una celda le pregunta “¿Qué aspecto tengo?” y él responde que muy bueno cuando en realidad tiene cara de ir a morirse mañana, que es justo lo mismo que preguntará él mismo años más tarde a un recién llegado, obteniendo la misma triste respuesta.

Total, que la última vez que estuvimos en IKEA fue para comprar unas cortinas, y llegamos a casa con unas baldas para la cocina, una mesa de comedor, una cajonera, una alfombra que enrollada era como un misil tomahawk ¡y hasta un lavabo!, además de una docena de pequeños objetos imprescindibles que ya he olvidado. Parece poca cosa, pero después súbelo cuatro pisos escaleras arriba y móntalo, guapo. Y por si fuera poca la guasa, al final no compramos la cortina.

2 comentarios:

Gregorio Luri dijo...

Mi más sincera y empática solidaridad. Digan lo que digan, el sexo existe. Y se nota en situaciones como esta. Yo haría una salvedad a su comentario: hay parejas que parecen perfectamente felices, los dos, él y
el.

arrebatos dijo...

Acabo de subir las compras a casa. Por fortuna se habían agotado las ocho baldas LACK...