miércoles, 28 de julio de 2010

Papel mojado

He dejado sobre la mesa de la terraza un pliego de papeles mitad impresos mitad manuscritos, mi enésimo intento de engarzar un relato, con la intención de seguir tirando de un hilo que ando hilvanando desde hace unos días. Hacía calor, así que antes he cogido la manguera para regar las plantas y mojar las baldosas de arcilla demasiado calientes bajo mis pies descalzos. Una repentina ráfaga de viento ha recorrido la terraza haciendo volar mis papeles, que han caido irremediablemente sobre el suelo. Papel mojado, hermosa metáfora de mis estériles intentos de escribir. Hay algo que me interrumpe, que hace tartamudear mi escritura antes arrebatada y fluida, que me impide escribir más de una docena de palabras sin perder el hilo de la madeja. Hay algo que no funciona bien en mi cabeza.

lunes, 26 de julio de 2010

La Grande Boucle

Este último ha sido un Tour de Francia raro. El vencedor no se ha llevado el gato al agua en ninguna etapa; el maillot a topos que acredita al mejor escalador no ha ganado ni una sola llegada en alto, mientras el que más etapas ha ganado al sprint ha visto como otro se llevaba el maillot verde. Por si esto no fuera ya suficiente para calificarlo de atípico, la clasificación por equipos ha dejado en primera posición a uno que no cuenta entre sus filas con ninguno de los diez primeros clasificados. Lo dicho, un Tour raro, raro. Y encima toda esta polémica sobre la deportividad y la caballerosidad en la carretera. Que si yo te espero a ti y tú me esperas a mí, como si en lugar de ciclistas profesionales fueran niños citándose a la salida del colegio. Que si ahora no corras mucho que me he dejado los piños en los adoquines; que si tu bocadillo es de jamón y el mío es de mortadela que no me gusta. No sé si será porque, desde que no les dejan doparse, se han convertido en unas niñas cursis, unas florecitas efímeras que al menor revés se sienten desconsoladas y heridas, pero lo que he visto en este Tour de Francia no me ha gustado nada. ¿Dónde queda esa mentalidad asesina y voraz que caracteriza al campeón? ¿Qué fue de aquellos grupitos que aprovechaban cualquier corte para fugarse durante ciento y pico kilómetros, puertos de primera categoría mediante? Coño, no hace tanto que había pasos a nivel con barrera. Y si te pillaba con la barrera bajada, pues te jodías y te quedabas para ver pasar el tren, ya fueras escapado (con lo que perdías la ventaja) o persiguiendo (con lo que perdías al escapado). ¡Y vaya si lo aprovechaba el que había conseguido cruzar antes! Le iba de fábula para subir el puerto en solitario y, una vez arriba, comerse el bocadillo de tortilla tranquilamente antes de acometer el descenso. Pero ahora pretenden tenerlo todo tan científicamente calculado, todo tan previsto y analizado, que cualquier contratiempo debe ser neutralizado y quien lo aproveche resulta que es deshonesto y falto de deportividad.

Pues qué queréis que os diga, me gustaba más antes, sin gps ni pinganillos; todos los ciclistas con la misma bicicleta las tres semanas, la visera hacia atrás como único elemento aerodinámico; con los papeles de periódico en el pecho en los descensos, los pasos a nivel con barrera, sin rotondas, con granizo en los puertos de montaña y demarrajes asesinos aprovechando cualquier infortunio ajeno para trocarlo por fortuna propia. Eso sí era la épica del ciclismo, no este juego de nenazas quejicas cediéndose el paso. Mira tú si han cambiado las cosas que antes, subiendo un puerto de montaña con la tranquilidad de quien va a por el periódico al quiosco de la esquina, eran los propios ciclistas quienes regaban a los espectadores apostados junto a la carretera para ayudarles a combatir el calor, de sobrados que iban.


domingo, 25 de julio de 2010

Cadaqués cap al tard

Cadaqués cap al tard


Cadaqués al anochecer, poco antes de abalanzarnos sobre una fuente de mejillones al vapor regados con un blanco del Empordà a base de chenin y garnacha blanca.

miércoles, 21 de julio de 2010

Bearn

"Mai no ens preguntarem a bastament què ha fet més mal en aquest món, si la maldat o la beneitura."

"És natural que s'homo llegeixi fins a sa meitat de sa seva vida però arriba un moment en què li convé escriure. O tenir fills. Si ens il·lustram, és per il·lustrar alguna vegada, per perpetuar allò que hem après."

"Bearn o la sala de les nines"
Llorenç Villalonga (1961)

martes, 20 de julio de 2010

Mediterráneo

Serrat jamás habría escrito esos versos tan hermosos e inspirados si hubiera compuesto “Mediterráneo” ayer. El “Noi del Poble Sec” no hablaría de darle verde a los pinos ni amarillo a la genista, ni podría cantar que es como una mujer perfumadita de brea. No lo haría porque ahora nuestro Mediterráneo es una puta vieja y ajada, sucia y mancillada por la peor escoria que ha dado este país. Nos lo hemos follado y sodomizado, y seguimos haciéndolo sin todavía ser conscientes de que ya es un cadáver que se mantiene caliente por su propia descomposición. Seguimos abusando del que fue nuestro querido mar y todavía no estamos saciados ni lo estaremos hasta que no sea más que un lodazal putrefacto y maloliente.

Aquello que define y une a todos los pueblos del litoral mediterráneo ya no es el verde de los pinos ni el amarillo de la genista; ya no son las dunas ni los cañizos, ni las gaviotas, ni las balandras de vivos colores amarradas en los puertos, con las redes y las nansas secándose al sol. Lo que identifica ahora a todos los pueblos mediterráneos son las horribles fachadas carcelarias de balcones como nichos de los apartamentos, las interminables urbanizaciones que trepan como plagas por las colinas que orillan la costa, el pegajoso hedor de la fritanga por las calles.

Si todavía queremos recuperar algo, si queremos salvarnos, si aún albergamos la esperanza de que nuestros hijos puedan bañarse y jugar en la orilla, en lugar de vivir de espaldas a una inmensa y oscura cloaca, la única solución será bombardearlo todo, arrasar toda esa aberrante y fea escoria y con ella a toda la corrupción que la ha engendrado. Hay que borrar del mapa pueblos enteros. Si después de todo lo que han permitido, cómplices y culpables como son del saqueo, a los arquitectos todavía les queda aunque sea un ápice de dignidad, de ética profesional, deberían conjurarse para que nunca vuelva a suceder algo así. Es doloroso porque hubo un tiempo en el cual que creí en ellos, en sus buenas intenciones. Pero se han vendido y rebajado a tal extremo que han puesto en cuestión su propia existencia. Vista su obra, no es de extrañar que más de uno se cuestione su necesidad. En cuanto a los políticos que lo han incentivado y constructores que lo han ejecutado, de ellos no espero dignidad alguna. Son las ratas que debemos alimentar y engordar y a las que deseo lo peor en la vida.

Convivir con la nostalgia. Supongo que hacerse mayor es eso, exponerse a una amarga sensación de pérdida al regresar y no reconocer los paisajes de la infancia. Es no acostumbrarse nunca aunque ya nos haya sucedido otras tantas veces en tantos otros lugares. Llegar con la maleta repleta de imágenes de otro tiempo y que la realidad, que es implacable, se encargue de hacerlas trizas metódicamente. La mía es una nostalgia impregnada de rabia. Los paisajes de mi infancia han sido arrasados, mancillados, pervertidos en nombre del progreso. Ya no queda vida ni en la costa ni en el fondo marino. Todo ha sido expoliado e hipotecado. La genista ha sido sepultada bajo el asfalto y el cemento. Los olivares malvendidos o abandonados. Los pinos quemados y cortados. Bajo el agua nadan cuatro peces despistados; ya no hay erizos de mar en las rocas, ni fragmentos de coral entre las piedrecitas de las playas. No, esto no es el progreso. En su nombre se ha hecho, pero yo sé que no es el progreso. Siento vergüenza de haber nacido en el Mediterráneo.

martes, 6 de julio de 2010

Iglesia 2.0

Leo en "La Vanguardia" que en la web del Obispado de Girona han habilitado un servicio que permite rezar on-line a los feligreses más ocupados por cuestiones terrenales y que no quieren desatender su vida espiritual. Al margen de que la noticia no es tal, ya que el servicio en cuestión es una web irlandesa en funcionamiento desde hace más de una década y que lo único que han hecho en el Obispado ha sido enlazarla con la suya propia, la cuestión es que a mí estas cosas me hacen mucha gracia. De hecho ya me pareció jocoso cuando en los templos cambiaron las velas por paneles con bombillitas que se encienden con monedas, tipo jukebox pero sin música; ni siquiera Cliff Richard o cantos gregorianos.

Descreído que es uno, la noticia me ha hecho recordar este sketch de "Vaya Semanita".


viernes, 2 de julio de 2010

Comenzar el día

Cada mañana suena el despertador a la misma hora fea y obscena. Primero la radio, por aquello de deshilachar el sueño acompañado por una voz humana, y quince minutos después el estridente graznido metálico que advierte del límite para hacerse el remolón. La rutina, que a la postre de nada nos sirve. Si el despertador fuera una persona sensible a la frustración por no sentirse realizado en su trabajo, llevaría años de visitas quincenales al psicólogo.

Cada mañana sin excepción empieza a sonar la radio y no tengo ningún problema en incorporar esa voz lejana e incomprensible a mi sueño, pues en los sueños todo es coherente. Suena una voz comentando noticias que resbalan sobre la superficie de mi cerebro como aceite sobre el cristal sin llegar a activar ningún resorte. Es entonces cuando la oigo a ella gruñir, gruñido que también con cierta frecuencia incorporo a mi profundo sueño, lo cual conlleva sin demora el acertado codazo o ella gateando en sueños sobre mí para alcanzar el despertador y callarlo. Ahí ya estaré más próximo a la conciencia del nuevo día que al sueño, pero entonces ella se acerca a mí, se acurruca, encaja su cuerpo flexible en mi cuerpo tendido, esconde su cabeza en el hueco entre mi hombro y mi cuello y su abrazo por la espalda nos abandona a un último sueño narcótico que, si en lugar de detener el despertador para que suene de nuevo lo ha parado definitivamente, nos dejará rendidos en la cama hasta que ya sea demasiado tarde.

Pero eso nunca es óbice para tomarme mi tiempo; las prisas nunca fueron buenas consejeras y mi rutina matutina condiciona el día entero. Me levantaré y arrastraré los pies hasta la cocina para desayunar tranquilamente: pan tostado con aceite, por ejemplo, y quizás un yogur, para terminar leyendo los titulares de la prensa del día mientras me tomo el primer café. Antes de meterme en la ducha, si ella también tiene que levantarse, le prepararé el colacao, por descontado sin grumos, que se tomará sentada en la cocina sin levantar la mirada del fondo del vaso, callada y ausente. Pero lo habitual es que saldré de la ducha, me vestiré y cuando me acerque a darle el beso de despedida, veré con cierta envidia que ella duerme profundamente y apenas responde a mi gesto.

Y alguna tarde, al regresar del trabajo, ella me preguntará “¿Hoy me has dado el beso antes de irte?”


(sugerencia de consumo)
The Beatles (cartoon) y su "Good Day Sunshine"